lunes, 31 de marzo de 2008
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Desde que en 2006 el 'colista' del Sistema Solar fue expulsado del club de los planetas, una corriente sigue reclamando que el pequeño mundo helado recupere su antiguo estatus.
Jaime tiene 12 años y cursa primero de la ESO. Al preguntarle por Plutón, reconoce el nombre, pero es tajante en su sentencia: "Ya no se estudia". Y alega: "No es un planeta". Su padre, con la natural perplejidad de quien se formó en la extinta EGB, replica: "¿Entonces qué es?". "Un planeta enano", aclara Jaime. "¿Qué es eso de planeta enano? O es un planeta, o no es un planeta", razona su padre.
Jaime está en lo cierto, pero el lío de su padre es comprensible. No es el único enredado en esta aparente contradicción; en el último número de la revista Science, Mark Sykes, director del Instituto de Ciencias Planetarias de Tucson (EE.UU.), escribe: "La Unión Astronómica Internacional (UAI) define los planetas enanos... pero explícitamente dice que no son planetas, lo que confunde a muchos".
VÍCTIMA INOCENTE
La de Sykes es una de las principales voces que se alzaron cuando, en agosto de 2006, la asamblea general de la UAI aprobó una definición de planeta que expulsaba del selecto club al más lejano, pequeño y helado de los nueve que hasta entonces integraban el Sistema Solar. Plutón no era, en realidad, el objetivo de la votación, pero fue la víctima inocente de un enmarañado cónclave que, tratando de arrojar algo de luz sobre los revueltos cajones taxonómicos de la astronomía, no hizo sino intrincarlos aún más.
La historia tiene su origen en el verano de 2005, cuando el astrónomo del Instituto Tecnológico de California Michael Brown presentó en sociedad a 2003 UB313, un mundo gélido que gira alrededor del Sol a mayor distancia que Plutón y cuyo tamaño es un 10% mayor que éste. El nuevo cuerpo, llamado informalmente Xena y finalmente bautizado Eris, fue saludado en los medios de comunicación como "el décimo planeta del Sistema Solar".
Pero entonces, algo ocurrió. Un amplio grupo de astrofísicos, expertos en dinámica orbital, opinaba que la definición no debía detenerse en lo puramente morfológico, sino incluir también un criterio físico. Según ellos, planetas son los que llevan sobre sus cabezas el peso gravitatorio de todo el sistema; por tanto, debía especificarse la necesidad de que un planeta reine en su espacio, lo que se traduce en el hecho de que debe barrer de su órbita otros objetos. Esta condición de limpieza orbital excluía a Plutón, cuyo recorrido está invadido por otro cuerpo mayor: Neptuno.
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