lunes, 31 de marzo de 2008
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Encontrar (con o sin éxito) ropa que siente como un guante ya no es suficiente. La investigación textil está dispuesta a estirar, hasta niveles de ciencia-ficción, las utilidades de las prendas. Se abre la veda para trajes con propiedades cosméticas, antibacteriarianas, generadoras de electricidad o capaces de suministrar insulina a un diabético. ¿La idea final? Que el tejido textil deje de ser un simple guante y se convierta en una segunda piel que colabore con el organismo en todos los aspectos posible, hasta en librarse de las lavadoras, con telas que se limpian solas.
Así es cómo lo ve Josep Valldeperas, director del Institut d'Investigació Tèxtil y Cooperació Industrial (INTEXTER), centro de la Universitat Politècnica de Catalunya. En su opinión, la razón de este nuevo rumbo del sector se debe a que los científicos han llegado al límite de las posibilidades que ofrecen las fibras y filamentos textiles. Y es que los tejidos tecnológicos no son cosa del futuro: "Viscosa, poliéster o las famosas medias de nylon, popularizadas en los años cincuenta, han surgido del laboratorio", apunta Valldeperas.
Tampoco son cosa del azar. Aunque parezca una disciplina menor, la investigación textil ha dado mucho juego a compañeras mejor valoradas. "Gracias al trabajo básico que fue necesario para crear fibras textiles, la química de polímeros pudo desarrollar los plásticos. ¿Quién concibe la vida actual sin plásticos?", comenta el investigador.
Este sector también ha contribuido a la biotecnología, la termodinámica o la mecánica de precisión. Basta con imaginar lo que tuvo que inventarse para mover todas las fibras que componen un jersey, con longitud y grosor menor a la de un cabello, sin que se enrolle o se rompa ni una sola. Hoy en día, en plena carrera por buscarle nuevas utilidades a las prendas, los científicos prueban modificaciones internas en las fibras, tanto físicas como químicas. También apuestan por la nanotecnología, con la aplicación de productos microencapsulados y la adición de nanopartículas.
30 AÑOS SIN LICRA
Para Valldeperas, ambos caminos están en sus inicios, pero prometen: "Seguramente, la investigación nos deparará resultados espectaculares, difíciles de predecir". A juzgar por la historia del sector, seguir los dictados de la moda no da muchas pistas sobre el futuro. El filamento de estaño, más conocido como licra, marcó un antes y después en la investigación, pero su uso masivo se pospuso 30 años, "cuando estilos de vida y los tabúes sociales superaron la época de oscurantismo religioso-sexual posterior a la Segunda Guerra Mundial", aclara el investigador.
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